Seis hombres entran a un bar a tomar algo. Son hombres de campo,
agricultores, sin embargo llevan traje y corbata (menos uno, que eligió ponerse
un moño). Todos están perfectamente afeitados, y usan sombreros, a pesar de que
podemos ver claramente el techo del local, con sus chapas y tirantes de
madera. Incluso vemos una lamparita,
aunque pareciera estar apagada, lo que indicaría que estamos en un atardecer de
verano, o quizás en un día domingo o festivo.
Toman asiento en una esquina, desde la cual se puede ver un enorme cartel
anunciando las grandes fiestas patronales de Camilo Aldao, un pueblo vecino. En
la parte superior del cartel, el dato más interesante: estamos en el año 1925. Si
nos acercáramos, o le preguntáramos al mozo, nos enteraríamos que el patrono
festejado es San José, y su día el 19 de marzo (entonces no estamos en un
atardecer de verano).
Piden dos botellas de cerveza y una de vino. De pronto, alguien se acerca,
y les pregunta si quieren que les tome una foto. Los hombres asienten, se
ajustan los sombreros, y se abren en medialuna, en dirección a la cámara que ya
está apoyada sobre la mesa vecina.
De esos seis campesinos conocemos a cinco, que son primos hermanos. Del sexto,
que se ubica primero desde la derecha, nada sabemos. Quizás era un amigo,
quizás un pariente lejano. O quizás se trata del mismísimo fotógrafo. Nunca lo
sabremos: quienes podrían identificarlo ya no están. Pero él, igual, sonríe. A
los otros podemos nombrarlos: Guillermo, Santiago, Enrique, Pablo, Santiago. Sí,
hay dos Santiago. La repetición de nombres es un signo en toda familia
piamontesa, donde los hijos reciben los nombres de los abuelos (el primer hijo
varón, el del abuelo paterno; el segundo, el del abuelo materno; y lo mismo con
las mujeres). Para evitar confusiones, los primos agregaban a su firma el
apellido de la madre. También había cierta dualidad con la versión italiana de
los nombres, ellos fueron parte de la primera generación nacida en América, por
lo que el lazo era aún bastante fuerte, y Santiago podía sustituirse por Yaco o
Giacomo sin que a nadie le llamase la atención.
Uno de esos hombres, Pablo, será mi bisabuelo. Pero aún no lo sabe. Tiene
unos veintiocho años, y ni siquiera está casado. Es el único que no mira a la
cámara: su mirada se pierde en uno de los laterales, como mostrando cierta
indiferencia. En su mano izquierda, un cigarrillo. En la derecha, oculta tras
una botella, no podemos ver si tiene una copa de vino o un vaso de cerveza.
Es probable que estén festejando algo. Tal vez Pablo les está contando que
conoció a una mujer muy hermosa, de una familia un tanto extraña: el padre es
un suizo-italiano anarquista y anticlerical, que ni siquiera bautizó a su hija,
y que jamás se quita el sombrero ni las manos de los bolsillos cuando pasean a
la virgen en procesión. En el pueblo eso es un escándalo, pero en el campo cada
familia forma su pequeña república independiente, donde cada uno es libre de
actuar como le da la gana.
Una vez sacada la foto, todo vuelve a la normalidad: se cierra el
semicírculo y las sillas vuelven a rodear por completo la mesa; el mozo pasa a
buscar las botellas vacías, y pregunta si quieren que les traiga otra de vino. Dicen
que sí, que claro. Guillermo se quita el sombrero, uno de los Santiago se
afloja la corbata. Otro (no podemos ver quién, la imagen se enturbia) se pregunta
qué será de ellos dentro de cien años, si habrá algún bisnieto o tataranieto
mirando esa foto y recordándoles, intuyendo sus alegrías y sus tristezas.
Antes
de volver a sus hogares, ese otro que no podemos identificar, que son los seis
y no es ninguno, levanta la copa y dice brindemos, brindemos porque nuestras
historias no se pierdan nunca, porque podamos dejar una marca de nuestra
existencia en este mundo, y así, de alguna manera, vivir para siempre. Los
otros lo miran y piensan que quizás se excedieron con la última botella de
vino, pero igual se ponen de pie, entre infantiles y melancólicos, y dicen
bueno, dale, salud.
De izquierda a derecha: Guillermo Galliano, Santiago Galliano, Enrique Brun, Pablo Galliano, Santiago Brun y ¿?.